Lo confieso. Me encanta esta semana del año. Las calles llenas de libros desprenden un olor especial: el del papel nuevo. Y a mí es un olor que me chifla tanto como el del café, el pan o la hierba recién segada. Deambular entre los puestos, leer sinopsis y pasear lentamente mientras buscas esperanzado sentir ese flechazo por un libro que ni tan siquieras sabías que existía, es uno de mis mayores placeres.
Pero esta semana también exige trabajo para los escritores. Y es una parte de nuestro oficio que no practicamos muy a menudo. La nuestra es mayormente una tarea en solitario. En la que nuestra propia voz ejerce de eco para resolver dilemas, dudas o bloqueos. Pero estos días tenemos que salir de nuestra burbuja y, para gran alegría, conversar con nuestros lectores. Este año no he estado firmando libros en ningún stand, pero he tenido el privilegio de realizar dos actividades con niños en dos colegios distintos de Santander.
El lunes, con los alumnos de segundo a sexto de primaria del Colegio Centro Social Bellavista Julio Blanco, estuve jugando a la poesía collage. Fue muy divertido ayudarles y ver cómo daban forma a sus pensamientos. Las dos horas que pasé deambulando de una clase a otra, de un grupo a otro grupo, fueron una delicia. Y me llena de orgullo saber que en las paredes de su colegio reposan sus sueños, ilusiones y creatividad esperando a ser leídas.
El martes visité el Colegio Compañía de María, La enseñanza, el colegio en donde pasé 9 años estudiando. No había vuelto y tratar de no dejarme arrastrar por el sentimentalismo era algo inútil. Algunas cosas estaban muy cambiadas y sin embargo, todo tenía ese poso de lugar familiar en el que te mueves como pez en el agua. En la biblioteca del cole me esperaban los alumnos de infantil. Habían dibujado a la princesa Malena, sin corazón, y esperaban que yo les narrase la historia de ese personaje. Así que les conté mi cuento «Malena, la princesa sin corazón» y mientras lo hacía, observaba maravillada, lo absortos e interesados que estaban en la historia. Al terminar, pegaron papeles rojos para construir el corazón de la princesa Malena, me hicieron un regalo y me abrazaron y besaron al despedirse de mí. ¿Puede un escritor recibir mejor premio que el cariño sincero de un niño feliz al que le ha gustado tu historia? Yo creo que no.
Así que no puedo estar más feliz y agradecida por estos dos días fabulosos.